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lunes, 28 de mayo de 2012

Actor trágico / Edouard Manet

National Gallery of Art de Washington

Edouard Manet
Manet se interesó por las figuras aisladas, en diferentes actitudes, considerando que así tendría mayores posibilidades de éxito. Surgen, por consiguiente, el Actor trágico y el Pífano. Tomó como modelo al célebre actor trágico - especializado en el papel de Hamlet - Philibert Rouvière, quien había sido también pintor, concretamente discípulo de Gros. Por desgracia, falleció el mismo año en que Manet realizaba el retrato, por lo que tuvo que utilizar como modelos a sus amigos Roudier (para las manos) y Proust (para las piernas) y así poder acabarlo. La especialidad del actor y el momento dramático en el que está representado sugieren que se trate de una interpretación de Hamlet. Precisamente esta obra de Shakespeare estaba obteniendo un triunfal éxito desde el Romanticismo, inspirando numerosos cuadros de pintores, entre ellos Delacroix. El gesto perfectamente interpretado por Manet demuestra su maestría como retratista, en la que despuntará. Manet quiere dedicar un delicado homenaje a su pintor favorito, Velázquez, con esta escena. La figura se recorta sobre un fondo neutro en el que no existe separación entre el suelo y la pared, pero el actor no se eleva ni parece una figura plana. Al contrario, la sombra que se proyecta en el suelo le da enorme sensación de volumen y le asienta en el espacio pictórico. Esto ya lo había hecho el genial sevillano en su Pablillos de Valladolid del Museo del Prado, demostrando la modernidad de este artista a pesar de trabajar en el Siglo de Oro español. Manet también homenajea al Barroco hispano cuando emplea una gama cromática similar a las de Zurbarán o Ribera. La pincelada utilizada es algo fluida, apreciándose cierta soltura en el rostro y en las manos. Sin embargo, el dibujismo se apropia de la figura, que resulta muy volumétrica.

La Virgen con el Niño y san Juanito / Andrea del Sarto

Galería Borghese


Andrea del Sarto

El artista ha situado las figuras infantiles en posturas que tienen una intención dinámica y determinan problemas de escorzo. Sus anatomías, por otra parte, son de un gigantismo que revela la influencia de Miguel Ángel. Andrea del Sarto consigue en este cuadro, a pesar de la utilización de modelos de otros artistas, un esquema compositivo de gran originalidad. La disposición de las figuras determina que las masas pictóricas graviten sobre el Niño, al tiempo que el conjunto adquiere un movimiento rítmico gracias al paralelismo de las piernas de los tres personajes. El autor firmó esta obra por medio de un anagrama compuesto por la letra A repetida, en el centro de la parte superior.

viernes, 25 de mayo de 2012

El enigma del deseo / Salvador Dalí



Salvador Dalí
Este lienzo es un homenaje por excelencia a su madre que toma aquí el aspecto de una gran matriz de formas imprecisas. La forma emerge de un desértico paisaje que en otros tiempos fue marino y guarda un gran parecido con otro cuadro: El gran masturbador.
Dalí debió aprender estos paisajes oníricos, desolados, de la contemplación de los tortuosos acantilados de Cadaqués, de la pintura de Giorgio de Chirico, uno de los pintores más respetados por los surrealistas, y de la arquitectura fantástica de Antonio Gaudí, al que admira desde la infancia.

La duda de santo Tomás / Ludovico Mazzolino

Galería Borghese


Ludovico Mazzolino
Composición de sentido manierista que se organiza en dos planos espaciales. En el más próximo aparecen Cristo y el santo, éste introduciendo sus dedos en la llaga del costado. La figura del Redentor, con el brazo derecho extendido, la mano izquierda sobre la cadera y una pierna en flexión, adopta una actitud de contrapposto que le confiere un equilibrio de masas y un dinamismo contenido típicos de las nuevas inquietudes de aquella tendencia pictórica. El volumen de los ropajes que viste santo Tomás sirve para establecer el contraste con la grácil anatomía de Cristo. En los términos lejanos, sobre una colina circundada por un río, aparece una ciudad compuesta por edificios monumentales de caprichosas arquitecturas. A la izquierda se aprecia un palacio de fachada curva y en el centro un gran portal y una torre de aspecto gótico flamígero. La máxima novedad de esta obra estriba en empañar los términos lejanos con la bruma que se levanta de las aguas del río, formando semicírculos en los que la luz pone toques iridiscentes.

lunes, 21 de mayo de 2012

El gran masturbador / Salvador Dalí



Salvador Dalí
Las semejanzas entre este lienzo y Elenigma del deseo son más que evidentes. Ambos forman parte del episodio legendario de su primer encuentro con Gala en Cadaqués. La imagen está sacada de un cromo suyo que representa una mujer oliendo un lirio. Bajo su pincel, la imagen adquiere un sentido totalmente distinto, representando según sus propias palabras “una gran cabeza, lívida y como de cera, con mejillas rosadas y largas pestañas; la inmensa nariz se apoya en la tierra, la boca ha sido reemplazada por un saltamontes cuyo vientre en descomposición está lleno de hormigas. La cabeza está acabada en la ornamentación del estilo 1900”. Se trata de una especie de autorretrato blando, teniendo en cuenta que Dalí tiene toda una teoría sobre lo blando y lo duro. Fundamento de su estética que se resume en la fórmula “Vida perfecta de la morfología degenerada”.

Retrato de muchacho / Pinturicchio



Pinturicchio
Cuadro en el que el valor predominante es la penetración psicológica, la observación del alma de un adolescente. Ha prescindido aquí el artista de su brillantez y de su pompa para presentar con toda sencillez la efigie de un mozalbete en esa edad en que se empieza a descubrir el mundo.
Va sencillamente vestido con un jubón cerrado y un gorrillo sobre los largos cabellos. Toda la expresión se concentra en el rostro, pues ni siquiera se le ven las manos, y ese rostro está definido con rasgos muy escuetos y muy precisos. Bastan para mostrarnos su timidez, que no le permite mirar francamente al espectador como si sintiera un receloso temor de cuanto le rodea. Con sus labios apretados y su mirada fija, revela un espíritu introvertido al que no es ajena cierta melancolía juvenil.
Pero hay también en su fisonomía una ensoñación, una vida interior en la que seguramente se forja su propia idea de la vida y del universo. Y esa visión interna, llena de fantasía, es la que pintor ha puesto como fondo del retrato, en un paisaje imaginativo, romántico, con el agua, las rocas, la ciudad y las azuladas lejanías. 

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